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Mamá, quiero un perro

miércoles, 27 de abril de 2016

Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre, y no lo dudó en absoluto (Dios me libre). De pequeña me pasé años repitiendo una y otra vez: Mamá quiero un perro...
Mamá quiero un perro...
Mamá quiero un perro...

Y mi madre siempre respondía: Cuando tengas tu propia casa, tendrás lo que te de la gana. 

Así, sin piedad. Mis amigas tenían sus propias mascotas y yo veía cómo mi sueño de tener un perro, se esfumaba año tras año.

El caso es que ahora reconozco que me daba miedo. Me dan miedo, creo que casi todos los animales. En especial, las aves.

El caso es que mi hijo adora los animales, y más concretamente, los perros. Lleva días diciéndonos que quiere uno. Sé que muchos me animareis a que adoptemos o compremos alguno, pero es que considero que quien tiene un animal de compañía debe amarlo y sacrificar muchas cosas por tenerlo en su vida. Cosas, de las que hoy en día no puedo prescindir.

Llamadme egoísta, pero es que no puedo sacrificar mi tiempo, porque sé que hasta que mi hijo no sea mayor, el perro será nuestra responsabilidad, y siendo sinceros, no estamos preparados.

Me encanta la gente que tiene mascota y conviven con sus bebés. Hay multitud de estudios que demuestran los beneficios de tener animales en los niños.
Desde que nacen, crecen conscientes de la responsabilidad de cuidarles, mimarles y amar la naturaleza. Siento envidia sana, y me gustaría pensar de la misma manera.

Como muchos sabéis, mi hermano tiene Síndrome de Down, y desde que era muy pequeño le recomendaron la presencia de un can en casa. (Mis padres hicieron caso omiso) pero lo que sí recuerdo es la raza que les aconsejaron, y os sorprenderá. Rottweiler.

Aunque parezca mentira, por su tamaño, se trata de una raza calmada, obediente, segura de sí misma. Cualidades que sin duda mejorarían el autoestima del pequeño.



Pero, repito que un perro necesita cuidados, tiempo, dinero. No se puede tener por el mero hecho de querer una mascota, porque los que los tenéis, sabréis que se convierten en un miembro más de la familia, con sus defectos y sus virtudes. 

Los animales pueden aportar responsabilidad y fomentar el sentido del respeto por los demás y por el medio. Eso, me gusta.

De verdad siento no desearlo tanto como  mi hijo, porque sus ojos brillan cuando les ve y no puede por menos que jugar, acariciarles y darles amor. Un amor, que es más que sincero y real. Un amor incondicional. Como el que le ofrece a su genial amiga y compañera de aventuras Irís. 

Iris es la perrita de su tita Noe. Ambos se quieren y se odian a partes iguales. Corren, juegan y me temo que en algunas ocasiones hasta comparten comida, en especial gusanitos que les encanta. Así que de momento Iris es su mascota.

Cuál es vuestra experiencia con animales? Os animáis? Nosotros creo que empezaremos por un pez :)

   Foto: Petit Manuel e Iris


   

El viajar es un placer...

miércoles, 20 de abril de 2016

Ya sabéis que la semana pasada no hubo post como cada jueves y el motivo no fue otro que encontrarme 'out of home' o lo que es lo mismo, fuera de casa.

Lo cierto es que preferí esperar a la vuelta para poder contaros todo con más detalle. 

Siempre he pensado que los viajes en pareja son súper recomendables. Creo que de vez en cuando poder compartir momentos a solas hace reavivar la llama que por el día a día y la rutina, los hijos y demás problemas cotidianos puede resentirse.
Es como una segunda luna de miel.

También debemos tener en cuenta que pasar veinticuatro horas sin separarse de tu marido o de tu mujer no siempre es la mejor terapia, ya que obviamente habrá momentos de discusión, pero también sin duda, muchos momentos de experimentación y de sentirte de nuevo una pareja, y no sólo simples padres.

No es necesario hacer un viaje largo ni muchos días, incluso con un fin de semana de vez en cuando puede ser una muy buena terapia matrimonial.

El caso es que hace unos meses, nos tiramos a la piscina y previa aprobación de los abuelos, que serían quienes cuidarían durante esos días de nuestro Petit, decidimos embarcarnos rumbo a tierras americanas.

Era un viaje que teníamos pendiente y que nos ilusionaba bastante. Después de visitar Australia el año pasado, teníamos la espina de la Costa Oeste.

En un primer momento nos planteamos la idea de llevarnos al pequeño. Pero eran nueve horas de diferencia horaria, catorce horas y media de vuelos, varios aviones y apenas iba a recordar absolutamente nada de aquello. Así que bueno, decidimos que sería un viaje de dos.

SKYPE se ha convertido en compañía indispensable de nuestras aventuras. Así que nos las ingeniamos coordinando horarios para poder verle. A veces nos saludaba y se iba enseguida, pero a nosotros nos alegraba el día sin duda.

Aún no lo he dicho, pero nuestro viaje comenzó en San Francisco. Tenía unas ganas tremendas de conocer la ciudad y aunque el viaje se hizo pesado pudimos aprovechar el día de llegada. El puente Bay, Pier 39, las increíbles cuestas que predominan calle si y calle también, el Golden Gate por supuesto, el barrio chino, little Italy, la imponente cárcel de Alcatraz, y un lugar que me encantó fue el Golden Gate Park. La gente patinaba libremente, charlaban entre ellos y disfrutaban de un domingo cualquiera.
Sin embargo, he de confesar que la ciudad me decepcionó un poco. Demasiada mendicidad y barrios complicados, que pese a que no te molestaban, daba una imagen un tanto rara. Las calles principales olían bastante mal y a mi parecer, estaban muy sucias.
Pero con todo y con eso, la gente siempre nos ha acogido a las mil maravillas y eso se agradece cuando estás a ocho mil kilómetros de casa.





Después nos alquilamos un coche y comenzamos nuestra verdadera aventura  por la costa. Recorriendo playas tan increíbles y perfectas como las de Él Carmel, donde la arena blanca cegaba mis ojos y donde podías sentirte libre mirando el inmenso océano.


Casi habíamos terminado el día y llegábamos a Los Ángeles. De pequeña, yo que era muy peliculera soñaba con pisar el paseo de la fama y recorrer Beverly Hills como una estrella de Hollywood. Y lo hice. Bueno, más o menos. Paseé pero pude notar lo descuidado que estaba todo, sólo las estrellas estaban limpias y relucientes al llegar al teatro Dolby.



Después de unos días viviendo en la Meca del cine, nos dirigimos hacia la ciudad que nunca duerme. El lugar donde se respira vicio, fiesta y juego. Las luces y los espectáculos invadían mi mente y por momentos me sobrepasaban. Era como si mis ojos no dieran más de sí y mi cerebro necesitase un minuto de relax, pero alucinamos. Al menos hay que ir una vez en la vida y poder decir eso de 'lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas'


Y poco a poco nuestro viaje iba llegando a su fin. Aunque echábamos mucho de menos a nuestro pequeño, aprovechamos al máximo cada segundo, cada momento y cada experiencia. A nuestro regreso nos encontramos el mejor regalo del mundo, su sonrisa, sus besos, sus abrazos nos demostraban lo mucho que nos quería y que nos había extrañado.

El día de mañana espero que mi hijo aprecie la importancia de conocer otras culturas, de vivir este tipo de experiencias que sin duda enriquecen, que valore los idiomas como instrumento que le abra la puerta a otros países.
Viajar siempre es sano y hacerlo en pareja o en familia es sin duda una genial aventura.

Y a vosotros, os gusta viajar?







Autismo, aquel gran desconocido

miércoles, 6 de abril de 2016

Cuando estamos embarazadas o simplemente cuando tenemos pensamientos de ser madres, nos imaginamos a nuestros hijos sanos, guapos, simpáticos, buenos.

No nos engañemos, todas y todos tenemos esa concepción de hijos perfectos.

Mi hermano tiene Síndrome de Down, pero este es otro tema. Lo que quería contar es que cuando él nació llevaba la 'marca' Down representada en su rostro. No cabía duda alguna. 
Sin embargo, el autismo, es una de esas enfermedades que van haciendo acto de presencia a medida que aumenta el crecimiento del pequeño.
No siempre es sencillo reconocerlo y lo que es más complicado aún, aceptarlo.

Con la hiperactividad, por ejemplo, ocurre algo similar. 
El autismo es un trastorno neurólogico, más común de lo que nos imaginamos 1 de cada 42 niños varones puede ser autista. Y digo varones, porque los chicos tienen mayor posibilidad de serlo que las chicas.

Los expertos aseguran que el autismo puede ser certificado a los tres años de edad, aunque lo cierto es que los avances médicos hacen que sea posible detectarlo desde los seis meses de vida.

Y cómo puedo saber si mi hijo es autista?

Lo primero, no nos alarmemos. Si buceamos por internet podremos ver que hay muchos síntomas que nuestros hijos pueden tener, pero que no implica que lo sean.

Por ejemplo, las personas con autismo repiten en exceso comportamientos. Además se ve afectada la capacidad de comunicación e interacción con los demás.
Tienen gran dificultad en mirar a los ojos a las personas con las que hablan y en muchas ocasiones aparecen los aspavientos con los brazos sin motivo alguno.

Según la Confederación de Autismo de España, existen claros síntomas de que algo no va bien en el desarrollo del niño.

Hacia los doce meses:

- No balbucea
- Es incapaz de hacer movimiento con las manos, como saludar.
- No reconoce su nombre y no reacciona cuando le llaman 
- No se interesa por juegos básicos de la edad, como canciones, cucú tras...

Entre los doce y los dieciocho meses:

- Es incapaz de crear frases de dos palabras.
- Le cuesta mantener la mirada ocular con su interlocutor ( lo hablado anteriormente)
- No participa en juegos de grupo y siempre prefiere estar solo.

Hoy en día, muchos especialistas en Atención Temprana visitan centros educativos para poder anticiparse a este tipo de dificultades en el desarrollo y alertar a las familias para que puedan comenzar a ayudar al pequeño.

Yo como madre, sé que puede ser complicado hacerte a la idea de que algo no va bien, pero tenemos un sexto sentido, que debemos usar para prevenir y para estimular y no para ralentizar el diagnóstico.

Existen libros de ayuda y orientación que explican de una manera real y clara cómo se puede salir adelante. Con paciencia y mucho amor, con unión y sobre todo dejándoles vivir a su manera.



(Editorial Alfaguara: El día de Manuel) Manuel es un niño con autismo y nos muestra de una manera curiosa su especial visión de la vida.



Commons Attribution 4.0 International license.

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