Convertirte en madre, es lo que tiene.
Al principio comparas embarazos, luego comparas partos y por último comparas todos y cada uno de los progresos de tu bebé.
Os aviso que es inevitable, creo que es algo innato en el papel de madre y que nos acompañará para el resto de nuestros días.
Cuando tienes amigas a tu alrededor con bebés de más o menos la edad del tuyo, la cosa se dispara. Pero, si he decidido hacer este post es para tranquilizar a todas las futuras mamás y advertirles de que cada niño lleva su ritmo.
Aquellas que ya no sois primerizas, me daréis la razón. Sabéis que cada embarazo es distinto, cada parto es diferente y por supuesto, que ningún niño se parece a otro.
No podemos nunca comparar, porque en ciertas edades, puede llegar a ser una frustración.
Primero nos fijaremos en el peso. Parece una tontería, pero los primeros meses se convierte en una auténtica obsesión.
Cada semana nos dirigimos cual madre desesperada a la farmacia más cercana para comprobar con nuestros propios ojos que el peso va en aumento. ¿Y si no es así? ¡Ay de nosotras si no es así! Comenzamos la ¡Operación cebada! Aquella en la que aumentamos dos rayitas las medidas del bibe, o en lugar de mamar sólo de un pecho le endiñamos los dos.
Todo por conseguir la satisfacción de que engorden más rápidamente.
Hay niños más largos, más cortos, más gordos y más delgados, cada uno crecerá a su ritmo, sólo hay que ser pacientes.
Después nos agobiaremos con los dientes. ¿Ocho meses y no tiene dientes? Tranquilas, el día menos pensado asomarán como pequeños alfileres blancos ansiosos por morder todo lo que se ponga por delante. Os aconsejo, sin abusar, pero puede ser de gran ayuda, tener cualquier pomada calmante para primeros dientes. En mi caso, he usado Nani predental. Compré Mitosyl dental, pero aviso que no es apto para alérgicos a la proteína de leche de vaca.
Por supuesto, congelar los mordedores es una opción súper práctica,barata y resolutiva.
La genética influye también. Si fuisteis prematuros con vuestros primeros dientes, es muy probable que vuestro bebé siga los mismos pasos. Al igual que si os costó dicho proceso, puede que a vuestro hijo también, y esto lo corroboro.
Mi niño no gatea, ¿Y el tuyo?
La verdad es que nos pasamos el día observando cada progreso de nuestro hijo. Por pequeño que sea, nos parece espectacular, y aunque no lo creáis, nuestro nivel de exigencia aumenta por segundos.
No todos los niños siguen el mismo ritmo. Gatear no es cosa de todos.
Hay quien se arrastra, quien gatea para atrás, quien directamente pasa de suelo y comienza un buen día a andar. Tarde o temprano llega el momento, pero cada uno se toma su tiempo.
Al igual que para hablar, los hay más charlartanes (de esos que gritan, pa- pa, ma-ma, pa-pa, ma-ma) o simplemente los hay que lo de hablar no va con ellos.
Cuando empiezan el colegio, empiezan los cambios. La personalidad de nuestro hijo o hija se acentúa y nos embarcamos en el reto de conocerles como personas. No todos los niños aprenden a leer o a escribir con la misma rapidez. El estudio es una de esas fases donde nuestra preocupación aumenta. Queremos que estudien pero es bueno saber diferencias lo que queremos para ellos de lo que quisimos para nosotros años atrás. A veces resulta evidente cuando los padres pretenden que sus hijos ocupen aquella vocación frustrada que les marcó para el resto de sus vidas, olvidándose de lo que verdaderamente desean sus pequeños.
Nos empeñamos en que vayan a fútbol, ballet, natación, tenis, a veces sin preguntarles (quizá por miedo a lo que puedan responder). Hablamos con otras madres orgullosas de sus logros (que se traducen en los nuestros), y nuestro hobbie no es otro que el de insistirles en mejorar. No vale ser el número dos.
Aunque esto lo sabemos, no podemos por menos que comparar.
Queremos que nuestro hijo sea el más fuerte, el más rápido, el más guapo, el más listo. El que más habla, el que menos grita, el que más estudia, el que más trabaja, el que más gana, el que mejor vive. Queremos simplemente que sean perfectos. Y eso, desgraciadamente no sólo es imposible si no que además sería aburrido.
Cargarse de paciencia, disfrutar de cada avance, premiarle con los logros y aconsejarle en el camino.
Nuestra meta como padres, y en eso estoy segura que por mucho que comparemos todas llegaríamos a la misma conclusión, no debe ser otra que por ellos mismos y con nuestro respaldo, alcancen la felicidad.
Es lógico comparar y querer que nuestro pequeño sea el mejor pero si no puede ser hay que apoyarlo igual porque no para todo niño es todo tan facil como para otro y por experiencia cuando no eres el que le cuesta mucho sacar unas notas "normales" el apoyo de tus padres es indispensable.
ResponderEliminarComo dices cada niño es distinto cada uno tiene su puntito a la hora de hacer o empezar a hacer las cosas np por eso no lo van hacer tarden mas o menos todo llega pero paciencia un besito Irene genial
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